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La Transición, acontecimiento fundador de la democracia española, es objeto de intensos debates (Santos Juliá, Colomer, Aguilar, Rozenberg) que la diseñan, la transforman o la designan como problema o, cuando menos, la cuestionan. La numerosa producción sobre el tema –todo tipo de formas de ficción y de ensayo científico, histórico o político– subraya la necesidad de intensificar el estudio tanto del periodo como del propio concepto “Transición”. Relato fundador de la democracia actual, se impone como mito político caracterizado como una Transición modélica al servicio de una identidad democrática (Christian Demange). Sin embargo, las aportaciones de la historiografía a comienzos del siglo XXI, las contreversias sobre el modelo “referencial” nos invitan a visitar de nuevo el mito (Sophie Baby), a enfrentarnos con los conflictos de la(s) memoria(s), sin olvidar la instrumentalización del pasado o el comercio de la memoria y de la emoción (T. Todorov). En efecto, desde mediados de la década de los noventa, una ola memorilistíca parece arrastrar a España a una relectura del pasado, que no afecta solo a los especialistas o a los medios de comunicación, sino también a los actores y a los testigos. Así, a la memoria oficial de las élites y de los medios de comunicación de la Transición, se oponen en la actualidad las otras memorias (individuales, familiares y militantes), que funcionan como representaciones alternativas de este periodo clave de España.