La muerte del dictador Francisco Franco en 1975 y la llegada del rey Juan Carlos abrieron la vía a una “transición democrática” original: marcado por un pacto político, una amnistía y un proceso constituyente, este período desembocó sin duda en el advenimiento de instituciones democráticas modernas tan pronto como la Constitución de 1978 fue ratificada por los españoles. Desde entonces, una verdadera renovación hizo surgir una España nueva bajo todos los puntos de vista: cambio que fue a la vez institucional y político, con alternancias sucesivas y una vida regional a menudo intensa, pero también una larga lucha contra el terrorismo de ETA, la fragilidad de la moral pública a menudo puesta en entredicho y, en fin, las veleidades independentistas, a lo que se unió el proceso económico -a raíz de la integración con Europa y el rápido impulso de los flujos de cambios tanto con América como con África-, así como una profunda crisis económica y social que puso a cerca de la mitad de los jóvenes españoles en el disparadero durante varios años; todo ello unido a un proceso cultural, con la llegada de la generación de los 80, que demostró un inusitado dinamismo en todos los órdenes, desde el arte a la producción científica y literaria, pasando por la famosa “movida”.
Cuarenta años más tarde, ¿qué valor podemos dar a la palabra “transición”?, ¿qué significados se pueden hacer coincidir con este concepto?
Al pacto político inicial siguió, quiérase o no, el retorno a la “memoria histórica” y a un gran desencanto político provocado tanto por el movimiento de “los indignados” como por el aumento de la abstención en las elecciones. La referencia a la identidad catalana, vasca o de otras nacionalidades demuestra la fuerza vital de las concepciones seculares profundamente arraigadas en las lenguas y culturas urbanas y regionales, así como la coexistencia del dinamismo de ciertos sectores económicos con las debilidades profundas que el crecimiento económico apenas corrigió desde comienzos de los 80.
La posición de España en Europa fue sometida a una dura prueba debido a que los planes europeos impusieron costosas exigencias, a veces humillantes, para esta nación de pasado y capital cultural, artístico y lingüístico, gloriosos. En resumen, y a pesar del largo tiempo de fuerzas antagónicas y de divisiones internas del país, el último período marcado por la “transición democrática” no siempre ha modificado en profundidad ni sus logros ni sus fracasos.
Desde 1975 ha habido otras transiciones en el mundo, y la comparación con la producida en España quizás podría enriquecer nuestra comprensión de la misma.
Continuando con el coloquio sobre la transición democrática española de noviembre de 2014 en el Colegio de España en Paris, el coloquio de la Universidad de Artois tiene la ambición de reunir y confrontar los elementos de un primer balance, global y crítico, sobre este período tan rico y, sin embargo, incierto para muchos.
Con la exigencia de una aproximación siempre rigurosa, multidisciplinar y novedosa, acogeremos de buen grado las contribuciones de los investigadores deseosos de aportar su original análisis al apelativo de “transición democrática” tanto en sus manifestaciones diversas como en sus referencias históricas, comparativas y lingüísticas.
Organización temática:
Se consideran dos temas con los que acercarse a la “transición democrática española”:
- La fuerza del modelo de la “transición democrática” según las “nuevas reivindicaciones”.
- La invención cultural, artística y lingüística partiendo del clasicismo glorioso del pasado.
Y aún podríamos alargarnos más con:
- La dinámica de los cambios económicos y de movilidad social a partir de las flaquezas heredadas.
- La dinámica democrática a pesar de la debilidad del Estado central y los ancestrales imponderables.
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